Tour de Romanticismo

Me inserto de turista en las diversas bohemias de artistas santiaguinos, en la variopinta diversidad de colegas actores y sus diversos mundos.

Cuando me invitan a sus cumpleaños o reuniones me imagino asistiendo a las reuniones surrealistas, a las tertulias francesas, a la fiesta del Titanic, a la carpa de circo con gigantes incluídos, a antros bizarros... hay de todo.
Salvo Romanticismo.
No existen los románticos en Santiago, esos que se tomarían la Bastilla, esos que delirarían de amor, esos que darían su vida porque la sed se apagara de una vez por todas.
Y yo, cual George de Sand , vago solitaria entre la insignificancia y el orgullo por las calles santiaguinas, esperando encontrarme por accidente con Alfred de Musset, enredarme entre sus brazos y morir de amor, contarle entre las sábanas mis planes para cambiar el mundo, besarnos con esa sensación apasionada y aterradora de necesitar a alguien y sufrir porque sabes que hace daño... amores imposibles, incompletos, besos apasionados, escondidos, obligados, apretados, dolorosos...

Me rio. Es ridículo ser una romántica.
Viajo de turista en un Santiago donde el romanticismo es mi anhelo esquivo. Donde su gestación como urbe es muy romántica, pero sus heroes, muy poco heroicos.

Y sin buscarlo, entre la imaginada bohemia del mundo gay, me encontré a Lord Byron. A un Lord Byron deprimido que bebe y fuma con un pañuelo al cuello, que rie solitario con una copa de vino en la mano y escribe novleas por internet. En verso.

"Ese Cristo me perturba", dijo alguien.
"A mí me masturba", dijo él rimando.
Sorprendente.
Amable, melancólico, inteligente, sensual...
Anoche al despedirme, caí en sus brazos y no me hubiera movido de allí...
Cómo querer hacerlo si al caer llegué a una blanda cama gigante, tibia, dulce...
Dos segundos de placer y confort.
Dos segundos de un abrazo interminable entre dos solitarios desconocidos.
Dos solitarios hambrientos, románticos...
Lord Byron y George de Sand...

Me rio de nuevo. Y vuelvo a imaginar.
Nada más impensable que un Lord del siglo XIX con una pendeja loca con delirios ocasionales.

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