Frescos como lechugas.

Cuando era chica había dos cosas que en la mesa de mi abuelo no podían faltar: arroz y lechuga.
La lechuga era la ensalada tradicional de la casa, alimento vital, lleno de proteínas y vitaminas, fuente de la juventud, que dejaba un rico juguito al final de la ensaladera que nos peleábamos por sorbetear, mezcla de limón, aceite, sal y lechuga.
La lechuga, mata verde que crece rápido en el jardín, incluso sin tierra, con sus variedades escarolas, costinas, marineras o españolas. Reina de las dietas y de los pobres.
De las verduras más baratas de la feria: "sacar a cien, a gamba y a cien".
Hoy la realidad es muy diferente.
Sigue siendo rica.
Sigue siendo una mata de hojas.
Las hay de variedades naturales y mutadas genéticamente.
Es aún la reina de las dietas
pero vale LUKA.
LUKA!
No sé si el sueldo habrá aumentado 10 veces, pero resulta que hoy casi no encuentras nada natural que valga menos de $1000 pesos. Champiñones, lechugas, pimentones y ni que hablar de la palta, que hoy por hoy es un lujo, pero ¿La lechuga?
Es frescura empaquetada, a precios de libremercado... TLCs que ponen en equivalencia el valor de un producto nacional con uno importado, que siguen defendiendo porque se "autoregula" por la oferta y la demanda. Qué mentira más grande....

GOLPE EN BRASIL

Golpe de Estado en Brasil.
Hombres de terno y corbata
movieron gente con plata
sin usar ningún fusil.
Ahora cambian el perfil
Y serán capitalistas:
Sin derechos trabajistas
Ni providencia social
A Chile serán igual...
Fuera Temer golpista!

#FORATEMER


Publicidad y Transantiago.

Soy de las personas que muchas veces sale corriendo tras una micro, por lo que al estar aún lejos del paradero me resulta sumamente útil visualizar el número de recorrido de la micro, ya sea en la pantallita de atrás o en la gráfica del costado.

Sin embargo y pese al constante aumento del valor en el precio del pasaje de nuestra locomoción colectiva, desde hace algún tiempo me ha pasado en más de una oportunidad, que la micro que pasa viene completamente empaquetada en publicidad, salvo la cara de adelante y que es la que no tengo posibilidad de ver cuando salgo corriendo tras la micro, por lo que debo conformarme con la gráfica de Wom.



En primer lugar, los buses del Transantiago no son buses de última generación ni algo cercano a un transporte cómodo. Son viejos, chatarrientos, con amortiguadores de Tagadá que nos dejan los riñones en la luna de tanto que saltan, terriblemente bulliciosos, sin aire acondicionado y profundamente incómodos. Algunos andan con el acordeón suelto, la tapa del motor abierto o pasaos a "quemá de aceite"... Pasan una vez a las miles, repletos, con 4 asientos porque cada día les quitan más butacas para meter más gente arriba y uno nunca sabe si el puto timbre sonó o no.

Una realidad en las flotas muy diferente a la que nos prometieron con la "modernización del transporte público" hace 11 años y absolutamente discordante de su modelo brasilero y colombiano, donde los buses son realmente modernos, confortables y puntuales (tienen aire acondicionado!).

Aunque nos parezcan micros amarillas pintadas de blanco y verde o resulten ser aquellos buses que esos países inspiradores dieron de baja en sus propios sistemas, las empresas concesionarias de vez en cuando reclaman que el valor del pasaje no les alcanza para cubrir sus gatos o para paliar su inversión y que el subsidio que aún le da el Estado no es suficiente, asi que se programa una nueva alza de pasajes....

La gente decide comprarse un auto. El parque automotriz se satura, todos odiamos andar en micro...

Yo entiendo que ellos puedan estar en crisis y querer más plata y también entiendo que su servicio es como la callampa y que no vale lo que nos intentan cobrar. Pero lo que no entiendo es donde va la plata que la publicidad que bannea completamente los buses entrega. 

Ellos deben brindar un servicio, y como dije en el primer párrafo, con la publicidad exagerada que muchas veces utilizan los buses, además de las pésimas condiciones en las que se encuentran las flotas o las deficiencias en el control de la frecuencia, ahora los usuarios padecemos de falta de información sobre los recorridos y acoso publicitario.

Esa publicidad sin duda paga mucha plata a las empresas concesionarias, dinero que no se utiliza ni para mejorar las flotas ni menos para paliar las alzas de pasaje. Por lo tanto, estas empresas truchas además de cobrarnos un ojo de la cara y recibir un aporte del Estado, ahora están utilizando un servicio "público" para vender espacios de difusión a marcas que no tienen nada que ver con el transporte público y que no hacen más que enriquecer los bolsillos de los empresarios concesionados, mientras se sigue profundizando la crisis del transporte en Chile.

Robo, corrupción y desmantelamiento de lo público en un sistema que dice que lo privado es lo eficiente, cuando en verdad lo único que le interesa a los privados, es seguir abusando de la ingenuidad de la gente.