La responsabilidad inconsciente.

¿Ha llegado tarde, borrachin, inconciente y no sabe quién puso la alarma que lo despertó al otro día a la hora que necesitaba?
¿Ha salido apurado de su casa con la duda de si cortó o no el gas de la cocina, y a la vuelta lo encuentra cortado?
¿Se le perdió el documento importante que necesitaba con urgencia y que no encuentra por ninguna parte, pero que de pronto aparece justo donde debería estar???
Pues bien, usted tiene "responsabilidad inconsciente".
Un conveniente estado de conciencia que funciona en modo automático cuando a usted se le apaga la tele o se le pelan los cables.
Muy útil en ciertas ocasiones, aunque muy inútil en otras!
Basta de agendas, de memos y google calendars... programa tu cerebro y úsalo.
El método es simple: cuéntale al cerebro lo vital que es apagar el gas, llevar tus llaves, usar condón, despertar en las mañanas, cumplir con tus responsabilidades y, mientras estés consciente, hazlas un hábito. Así, cuando no lo estés, el cerebro las harás por tí.
Un hábito tan solo demora 2 semanas en crearse. De ahi en adelante, tu cerebro actuará por tí  y tu podrás  preocuparte más de tu corazón.
Jonhny Waldorf  compara el método con esa tradición etílica de subir  a los borrachos a sus caballos,  el animal conoce la ruta de vuelta a casa sin necesidad de la guía del jinete!! Es increíble!
Un producto ampliamente utilizado por mujeres y que a los hombres les hace muuucha falta.


El problema del diagnóstico

Esta semana tuve, por distintos motivos, que hacer varios test de diagnósticos.
Pruebas que miden cuánto sabes de ciertas materias y que ayudan a identificar el nivel de los alumnos, un punto de partida necesario especialmente cuando estos test tienen que ver con inicios de procesos de formación.
En ese sentido, en Chile tenemos un grave problema: nos gusta siempre ganar y no nos gusta ser tontos.
La señorita, al entregar la prueba, decía risueña "chiquillos es fácil" como diciendo que si uno se equivoca es weón... y a la salida, la muchedumbre comentaba "ay cómo te fué???", como diciendo "no sabía nada, soy inmensamente estúpida!".
Señores! déjenme decirles que entre más tontos y fracasados sean en sus diagnósticos, más colaboran.
Entre más honestos y sencillos sean en sus vidas, menos miedo tendrán. No le tema a su fracaso!
No saca nada con ir a un curso donde ya lo sabe todo...
Me acuerdo de esas encuestas de la tele donde a la gente le preguntan si le gusta una cosa y  pa la tele dicen que sí, pero cuando están en off, dicen que no.
Si van por ahi mintiendo en las encuestas ¿Cómo quieren progresar?, después no se queje.
¿O es muy obvio lo que estoy diciendo?








Lobotomía: el oximorón de la neurocirugía.


Así como en el Uruguay hay una cárcel que se llama Libertad y un río llamado Seco, en Chile también tenemos cosas medias oximoronescas.
Contradicciones que radican en el nombre y que con un poco de retórica lingüística, nos invitan a mirar poéticamente nuestra absurda realidad.

Un ejemplo concreto de “oximoronidad” es esa “pacificación” que hacen los gringos mandando miles de militares a intervenir países conflictivos, en lo que llaman “misiones de paz”...



Recorriendo las calles de Providencia, hay un lugar que tiene una escultura bien bonita: la escuela de neurocirugía de Chile, otrora conocida como la escuela de lobotomía.
La lobotomía, una ciencia psiquiátrica milagrosa, consistía en meter una aguja en el cerebro y revolverla. El neurólogo portugués Egas Moniz, que ganó el premio Nobel por su técnica, creía que los pacientes con conductas obsesivas sufrían de problemas en los circuitos del cerebro, por lo que si cortaba algunos conectores de neuronas, podría mejorar a alguno que otro esquizofrénico. Moniz reportó mejoras dramáticas en sus primeros pacientes y Walter Freeman, un hombre libre sin duda (o gratis?),  se convirtió en un evangelista del proceso durante los años 30. La cirugía duraba 5 minutos y era una mejor alternativa al electro schok y las camisas de fuerza, así que, como el pan caliente, se hizo bastante popular.
Si bien por miles de años la humanidad había practicado la trepanación, incluso desde perspectivas rituales que agujereaban el cráneo para dejar salir a los espíritus malvados, la técnica fue fuertemente cuestionada en los 50s. Y era que no! Si con la destrucción total o parcial de los lóbulos frontales del cerebro, muchos pacientes murieron o registraron cambios adversos en su personalidad, los que afectaban principalmente su funcionamiento social. Además, y por increíble que parezca, todo el fundamento de esta revolucionaria ciencia, se basada en un único experimento del dr. Moniz realizado a un mono. Pero peor aún, el sr. Freeman, bastante libre por cierto, popularizó la operación en los EEUU difundiéndola al mundo entero, sin siquiera ser cirujano y operando con un pica hielo, el que introducía desde el lacrimal del ojo hasta el cerebro.. 
Pues bien, semejante atrocidad científica, digna del premio Nobel, también llegó a Chile y fue el dr. Asenjo quién realizó miles de estas cirugías en los años 50s, en lo que hoy es el Hospital de Neurocirugía que lleva su nombre.
Una joyita de este gran Santiago oximoronesco que quizá sea la respuesta a nuestro heredado comportamiento antisocial o, como denunciaba un comic de los 90s (Chancho Cero), el meollo de la descebrada clase política chilena.

Juegos de niña



Cuando era chica, tenía la manía de tomarme literalmente las frases de la sabiduría popular.
Así pasé como 3 años "levantándome con el pié derecho", en una búsqueda de éxito constante.
Despertaba y me quedaba en la cama. Bajaba el pié derecho primero y luego me paraba. Y daba el primer paso con el pié derecho, para que mi día fuera 100% positivo y me fuera bien.
Ay de mi si se me olvidaba o si despertaba apurada, podía levantarme con el pié izquierdo y dejar todo mi éxito en la cama...

Pero sin duda, la más compleja de todas las frases de esa época,  era aquella que rezaba que había que evitar reirse los viernes porque los domingos ibas a estar llorando. No era literalmente así, pero de eso se trataba: una supuesta cuota de risa y llanto semanal que era proporcional entre viernes y domingos.

Cada vez que lloraba un domingo me acordaba de lo que había hecho el viernes, y por lo general, había más de algún ataque de risa que era la supuesta causa de mi pesar dominical. Pero era casi imposible no reirse los viernes. A veces intentaba permanecer seria, pero siendo el viernes el mejor día de la semana, donde por lo general uno sale o se junta con los amigos, era imposible no reirse a carcajada limpia.

Es que es casi imposible que uno no se ria todos los días.
En algún momento del día más de alguna estupidez te roba una sonrisa o te arranca una carcajada. Además, las sonrisas son contagiosas. Al menos así lo dice un letrero dental con el que crecí y que aún mi madre conserva en su consulta: "Sonríe, es contagioso" , otra frase con la que jugaba de niña.

Me sentaba frente a los pacientes en la clínica dental y sonreía. Los miraba y sonreía. Y yo, de 6 años y sin dientes, los hacía reir sin hacer nada más que sonreir. Era efectiva. Es contagiosa.

Sin embargo, hoy  la gente anda seria. Todo el día seria, la cara larga les llega hasta el suelo. Y la seriedad es un valor sobreestimado en cada acto cotidiano, y temo, que también es contagiosa. Lo "poco serio" es mal visto, es de tontos o de rotos, y la estupidez en vez de causar risa, suele causar rabia.

Un mal humor abunda en Chile y yo, que ayer viernes me reí mucho (y no pienso llorar este domingo), pretendo conservar esa sonrisa e ir por la vida contagiándosela al resto, desentonado con el mundo que parece no reír muy a menudo.

Nunca comprobé si era cierta la frase de los viernes y los domingos. No tuve nunca interés por las estadísticas y una frase como esa, merecía un estudio serio. Lo que si sé, es que al encontrarme con este dibujo de Quino hoy en la mañana, he decidido volver a jugar el juego de la literalidad que jugaba de niña,
recobrar el espíritu del contagio y llevar la contra.
Y no le tendré nunca más miedo a reirme un viernes.