Una vez mi mamá me dijo que las
mujeres nunca dejábamos a un hombre si es que no era por otro
hombre.
En ese momento, y casi por la rebelde
costumbre de llevarle la contra, asumí que mi actual relación
estaba siendo una tortura y sin pensar en el agobio de la soledad
posterior, dejé a mi mino.
Sin embargo, algo había de cierto en
las palabras de mi madre, y aunque me haya quedado sola tras la
ruptura, en mi cabeza siempre habitó el fantasma de un antiguo
amor...
Ese fantasma cagó también mi
siguiente relación, una que igualmente estaba destinada al fracaso.
Esa vez si fue un cambio, dejé a mi pinche y me puse a esperar a
quien yo creía “el amor de mi vida”.
Así fue como llegó y las ilusiones se
concretaron... por sólo dos semanas!. Demasiada espectativa, poca
realidad y pésimo sexo...
Hoy, después de hablar con una amiga
que está complicada porque, teniendo novio le gusta otro y es
correspondida, pensaba en esa frase de mi madre y recordé esta
historia de mi vida, a la que hoy por hoy simplemente titulo “weá”.
Y así sin más, luego de un par de
meses de amores locos y desenfrenados y de dormirme anoche llorando
porque me sentía sola, se me aparece frente a frente “el wea”,
en un contexto y en un lugar inimaginable, como recordándome que no
hay que llorar por sentirse sola porque finalmente uno está donde y
con quién quiere y tiene que estar.
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