LA REVOLUCION DE LA U: ¿protesta moral o artimaña política?

CUENTO:


Para nadie era extraño que Fernandez, el maestro de Artes de la prestigiosa Universidad Nacional, tuviera protegidos, hiciera fiestas con alumnos en su casa o se escapara con el predilecto de turno a Europa o a un weekend en Buenos Aires.
Para nadie era un secreto que estos protegidos llegaban lejos, y por eso, muchos actuales rostros del éxito lo buscaron a propósito en su época estudiantil. Tampoco eran secretos su gusto desmedido por el alcohol, su declarada homosexualidad, su preferencia por los jóvenes y su arrogante misoginia. Por el contrario, en el cotidiano de las clases del maestro eran tan descarados sus coqueteos con los favoritos como evidente su odio al género femenino, al utilizar frecuentemente la neoclásica metodología de la humillación con las mujeres y predicar el amor por el arte con los alumnos.

Por esa razón, la profesora del segundo año no se escandalizó cuando tres alumnos rompieron el silencio y revelaron que entre copas y bailoteos, Fernandez había hecho de las suyas, toqueteándolos más de la cuenta dos días antes.
Eso ha pasado siempre - dijo ella desperfilando el hecho - y no sólo con él, si no con otros respetables maestros del arte en otras escuelas. Así es el mundo moderno y ustedes ya son bien grandecitos ya, saben perfectamente bien lo que están haciendo.

Estábamos curaos- dijeron todos. Fuimos a hacer una tarea, nos quedamos algunos y nos pusimos a carretear y de pronto su mano estaba acariciando mi entrepierna, mis pezones, mi cuerpo cuentero sin mi consentimiento…

Eso ha pasado siempre – dijo esta vez el director de la escuela. Y desde que el mundo es mundo, las cosas han sido así. Sino pregúntale a este cabro, el Pablo, que sale en la tele… o al Mauricio este o al Eduardo, ese que hace clases de actuación por ahí…

Pero esta vez era distinto. Fernandez reconoció que a sus años y con tan avanzado alcoholismo, no recuerda nada de lo que pasó.
Y fue así como se le acusó de abuso al gran maestro.

¿Cómo es posible que la parrilla docente y que la dirección de una institución dedicada a la educación, como es esta escuela, avale estas relaciones de abusos de poder, que las asuma como la más natural realidad sólo por la fuerza de la costumbre, que permita que exista y que siempre haya existido, que la legitime y no defienda a sus alumnos?

Esos fueron los consistentes argumentos que utilizaron los estudiantes de la escuela para iniciar, hace casi un mes, una tremenda revolución interna, que claudicó con un juicio peor que el de las Brujas de Salem, donde expulsaron al gran maestro avergonzado y a un par más de la dirección.
Argumentos y decretos acusaron los pitutos y conflictos de poder internos, revelaron las manos negras y dejaron acéfalos a la escuela, dirección que fue asumida por un comité docente subrogante que no quiere asumir el jerárquico derecho del profesor Caín Carrulo a dirigir la escuela de arte más prestigiosa del país.

¿Fue entonces una protesta moral o una artimaña política para desarticular la dirección?
¿No es acaso ilógico que siendo ellos los responsables de meter ruido sobre los aspectos sociales deplorables, siendo ellos los artistas, semejantes argumentos y acusaciones hayan quedado sólo entre las 4 paredes de la escuelita en vez de darse a conocer públicamente a través de los medios y las denuncias?
Es escalofriante que el mundo tenga estas obscenidades.
Pero que lo avalemos y que lo callemos, es aún peor.