La peste y los boleros

 Cuando de niña me dió la peste, mi familia conservadora y mística decidió encerrarme a oscuras durante dos semanas en la casa de mi abuela. El tratamiento medieval del cual era heredera incluía una buena dosis diaria de polvos mentolados, la visita de un joven chamán que decía que la peste era psicológica y terminó contagiado; un despertador al ritmo de Mozart y el disco Romance de Luis Miguel. Mi tía me prestó un personal stéreo muy moderno para la época, que me dolía enchufarme en las orejas por causa de las pústulas de la peste, y dos cassettes. Así pasé esas dos semanas de oscuridad, picazón y agitación mental, afiebrada y preadolescente. Debo haber tenido como 12 años y recuerdo que escuché una infinidad de veces los boleros de Luis Miguel sin entender nada. Yo no sabía del amor en esos tiempos. Y menos sabía que esos cantos de recuerdos de amores y mentiras, pero también de esperanzas e ilusiones, sirven también para sanar, que su cantar saca afuera y hace verbo la emoción del corazón.

Hoy tomo un taller de canto cebolla y sé un poco más de amores, mentiras e ilusiones. No canto boleros pero escucho esta canción y me dan ganas de que la peste sean apenas dos semanas de oscuridad, sanar cada mentira y volver a encontrar un amor.


Luis Miguel, La mentira


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