“Jamás, jamás, jamás van al estadio, son puros empresarios, el fútbol es pasión”
Me impresiona cómo el fútbol es el único movimiento cultural que puede movilizar a las masas por algo. Parece ser el último bastión de la cultura popular que se digna a darle la pelea a las mafias gobernantes, que convoca desde grandes pensadores hasta al hincha más picante, todos unidos para protestar por algo que supuestamente afecta la realidad de todo el país.
Ni el transantiago, ni la escoba con la privatización de la educación, ni la farsa de la reconstrucción o el negociado de Ravinet con sus sondas de rescate minero, fueron lo suficientemente importantes como para que la sociedad chilena se alzara en masa a protestar.
¿Pero el fútbol? El fútbol es intocable.
Cada vez que hay partido, las calles se tiñen de banderas y papeles de colores. Hordas de hinchas con la cara pintada viven la fiesta de los gladiadores del fútbol, alzando sus banderas entre consignas y camisetas de colores. Independiente de cual sea el precio de la entrada a la galucha o las tareas pendientes para el próximo lunes, si se trata de los tres grandes, las barras se aglutinan en un suculento número de espectadores, que le darán de comer a los mismos empresarios que hoy venden la directiva de la ANFP a través de una votación “democrática” que no escucha la soberana voz del pueblo.
Aquellos que viven de la fiesta, que lucran de los Alexis Sánchez y que organizan el circo romano contemporáneo, hacen oídos sordos de los hinchas que claman por Bielsa.
Si había que evitar pasar por afuera del estadio cuando había partido, hoy, cuando todas las barras bravas se unen con todos los amantes del futbol en la protesta popular, se habla de dejar las galerías vacías en el próximo enfrentamiento de la selección.
A estos pelotudos, los peloteros de verdad les aguarán la fiesta.
Una manifestación en plaza Italia, un video juego donde debes reunir a los clubes para llevárselos a Mayne-Nicholls, postales del loco como un luchador de la justicia que se reproducen vertiginosamente por los facebooks y hasta un llamado masivo para desafiliarse del CDF, fueron las reacciones inmediatas tras la deserción del hombre que nos llevó a ser top ten.
El loco, ese que le quitó el saludo al pirañismo, estratega de varias úlceras nerviosas, primer director técnico que vemos entrando a los teatros y sin duda, el argentino más querido de los chilenos, alzó la voz durante dos horas y no dejó mono con cabeza.
Denunció parte de la corrupción de una de las mafias más poderosas y arraigadas de la globalización, la tercera que mueve más plata dicen por ahí después del narcotráfico y la venta de armas, y le prestó ropa a quién creyera primero en él, devolviéndole la mano en una ofensiva goleadora al negociado de los tres clubes más grandes, arengando por el amor al trabajo y la importancia de la justicia, más allá del fair play.
Se nos va Bielsa y con eso se diluyen los sueños.
Y en un país donde la salud, la educación, la justicia, el transporte y hasta su misma gente es muchas veces como las pelotas, será la excusa del balón pié la única capaz de alzar la voz para protestar por lo único que nos une: nuestra querida roja, nuestro querido circo.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario