Así como en el Uruguay hay
una cárcel que se llama Libertad y un río llamado Seco, en Chile también
tenemos cosas medias oximoronescas.
Contradicciones que
radican en el nombre y que con un poco de retórica lingüística, nos invitan a
mirar poéticamente nuestra absurda realidad.
Un ejemplo concreto de “oximoronidad”
es esa “pacificación” que hacen los gringos mandando miles de militares a
intervenir países conflictivos, en lo que llaman “misiones de paz”...
Recorriendo las calles de
Providencia, hay un lugar que tiene una escultura bien bonita: la escuela de neurocirugía
de Chile, otrora conocida como la escuela de lobotomía.
La lobotomía, una
ciencia psiquiátrica milagrosa, consistía en meter una aguja en el cerebro y
revolverla. El neurólogo portugués Egas Moniz, que ganó el premio Nobel por su
técnica, creía que los pacientes con conductas obsesivas sufrían de problemas
en los circuitos del cerebro, por lo que si cortaba algunos conectores de neuronas,
podría mejorar a alguno que otro esquizofrénico. Moniz
reportó mejoras dramáticas en sus primeros pacientes y Walter Freeman, un hombre libre sin duda (o gratis?), se convirtió
en un evangelista del proceso durante los años 30. La cirugía duraba 5 minutos y era
una mejor alternativa al electro schok y las camisas de fuerza, así que, como
el pan caliente, se hizo bastante popular.
Si bien por miles de años la humanidad había practicado la trepanación, incluso
desde perspectivas rituales que agujereaban el cráneo para dejar salir a los
espíritus malvados, la técnica fue fuertemente cuestionada en los 50s. Y era
que no! Si con la destrucción total
o parcial de los lóbulos frontales del cerebro, muchos pacientes murieron o registraron cambios adversos en su personalidad, los que afectaban principalmente su funcionamiento social. Además, y por increíble que parezca,
todo el fundamento de esta revolucionaria ciencia, se basada en un único experimento del dr. Moniz realizado a un mono. Pero peor aún, el sr. Freeman, bastante libre por cierto,
popularizó la operación en los EEUU difundiéndola al mundo entero, sin siquiera ser cirujano y operando con un pica hielo, el que introducía desde el lacrimal del ojo hasta el cerebro..
Pues
bien, semejante atrocidad científica, digna del premio Nobel, también llegó a
Chile y fue el dr. Asenjo quién realizó miles de estas cirugías en los años 50s,
en lo que hoy es el Hospital de Neurocirugía que lleva su nombre.
Una joyita de este gran Santiago oximoronesco que quizá sea la respuesta a nuestro heredado comportamiento antisocial o, como denunciaba un comic de los 90s (Chancho Cero), el meollo de la descebrada clase política chilena.
3 comentarios:
Que absurdo el premio nobel .-
Ojalà no hayan sido muchos los chilenos a los que se les aplicò esta brutalidad mèdica.-
Hay que puro subir el metro a ver los resultados.
Hay que puro subirse al metro un dia a darse cuenta.
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